En nuestra cultura el maestro de ceremonias u oficiante de ceremonia de bodas es quien se encarga de dirigir y guiar el acto protocolario del enlace el día de la celebración de la boda simbólica. En él, o ella, recae la responsabilidad de mantener la entidad y la importancia del instante, conservando el equilibrio entre lo formal y lo cercano para que la pareja y los invitados disfruten de una ceremonia emotiva, honesta e intensa.

Hoy voy a hablarte sobre la figura del oficiante o maestro de ceremonias analizado desde el punto de vista de nuestra cultura. La idea que tenemos de lo que formalmente supone en nuestra sociedad una ceremonia de boda, sigue en buena medida condicionada por una concepción, eminentemente religiosa

No en vano, la cantidad de veces que se han referido a mí, en lugar de maestro de ceremonias, como: ¿este es el cura? La cifra es tan elevada, como divertida de imaginar. Y es algo que comprendo, pues venimos de la tradición judeo-cristiana en la que el matrimonio es un sacramento que se oficia por un ministro de la Iglesia, ante los ojos de Dios.

 La figura del maestro de ceremonias, oficiante, o como queramos referirnos a quien -o quienes- se encarguen de ejercer el papel de conductor del acto protocolario, tiene poco que ver con el icono oficial de quien tiene línea directa con las altas esferas de la mística.

Por esto, aquí recae la responsabilidad más delicada de la figura del maestro de ceremonias: mantener la entidad, la importancia del instante, diferenciando la naturaleza del mismo de la referencia cultural que acabo de explicarte. Formas de hacerlo hay tantas como personas que se atreven a dar el paso de convertirse en oficiantes -bien sea puntualmente bien, como modo de profesionalización-. 

El modo más difícil y, tal vez por ello, el que mejores resultados genera es el que tiende al equilibrio entre lo formal y lo cercano. El que he desarrollado a lo largo de mi experiencia como maestro de ceremonias.

Y no hablo ya desde la perspectiva de la pareja, pues al fin y al cabo, es tu ceremonia y poco hace falta añadir a esta consideración. Hablo de la perspectiva que tienen los asistentes al evento. Porque si como punto de partida, se tiene la referencia de las ceremonias tradicionales -lo que te he contado hace un instante-, cualquier flaqueza que demuestre el maestro de ceremonias al llevar la voz principal, será acogida como un cierto desdoro hacia este modelo de celebración pública del casamiento.

Que se desacralice por gusto personal e identificación de la pareja, no es óbice para que la ceremonia pierda la importancia que tiene, tanto formal como simbólicamente.

La estructura, el texto; la correcta emisión; la medida en los tiempos de la ceremonia. La corrección sin afecciones ni demasiada informalidad. Tantos matices como iré presentándote poco a poco. Si una ceremonia está bien razonada, bien escrita y bien oficiada, la sensación en los asistentes es tanto de sorpresa -por las expectativas que se invierten- como de interés -porque, no solo no les aburre, sino que les resulta hermosa-. Este efecto se consigue gracias a la figura de un buen maestro de ceremonias.

El arte de escribir ceremonias contempla todos estos factores con el objetivo de crear el momento inspirador que quedará por siempre en la memoria de una pareja que así lo demanda.

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