En el momento de escuchar una historia, justo cuando me encuentro generando la confianza necesaria que favorezca la comunicación, suelo obtener una de estas dos respuestas, equidistantes, que no suelen fallar.
Te las cuento a continuación.
Una es “nuestra historia te sorprenderá” –esta es una situación que siempre promete una historia, como poco curiosa.
La expresión “la realidad supera a la ficción” no es tan solo una frase hecha. Puedo garantizarte que algunas de las historias que he conocido, me hubiesen resultado ciertamente difíciles de crear únicamente a partir de mi imaginación.
En otro vídeo os contaré alguna de las situaciones reales más sorprendentes que me han contado a lo largo del tiempo que llevo dedicándome a escribir historias para ceremonias.
La otra respuesta es la más común: “nuestra historia es bastante normal”. Siempre la escucho en el mismo tono, de modestia y, casi casi, de reparo. Como si estuviésemos obligados todos a vivir vidas de película.
No tengo ninguna duda de que la cultura cinematográfica es la impulsora de que este pensamiento estético esté tan extendido.
Lo más importante que digo ante esta situación es, una vez más, lo que pienso -y siento, sinceramente-: tranquilos; no hay historia pequeña.
Cada historia es importante. Es más: es la historia más importante -porque es la tuya; la vuestra-. Ante esto, no hay discusión posible -y mucho menos, complejo alguno-.
Porque una historia real no tenga grandes giros, o situaciones imposibles que se resuelvan a través de circunstancias azarosas inverosímiles, no implica que no se pueda contar como una historia grande. Aquí recae esta responsabilidad en el talento literario de quien la escribe y cuenta. Entonces, el valor de lo cotidiano -de lo sencillo-, se agranda, gracias a la visión que aporta una realidad bien contada.
Cuando la historia tiene ya, fuerza por sí misma, prácticamente se centra sin ayuda del escritor; es necesario incluso, tener la precaución de suavizar el modo de cómo presentar los acontecimientos, para que no se desdibuje y parezca algo excesivo, grandilocuente, postizo… Pelota… para que no pierda el valor de lo honesto.
Y por el contrario, cuando una historia no tiene grandes complicaciones; grandes giros; grandes tensiones… Cuando es el reflejo cristalino de una cotidianidad enmarcando una historia de amor sincero, es el arte del escritor el que debe poner en valor, precisamente la lectura de valores que atesora.
Por sí misma, no hay historia grande; ni pequeña; solo hay una historia bien contada, o todo lo contrario.
En una oportunidad tan importante como es una ceremonia de boda, mi consejo es que apuestes siempre por la mejor opción, que no es otra que tener asegurada la correcta escritura de tu historia; de tu boda.